Escribo este post después de leer
un
artículo que condensa las conversaciones que todos los abogados que nos
dedicamos al mundo de las nuevas tecnologías comentamos cada vez que sale la
ocasión: los coches conectados y la responsabilidad en el caso de accidentes.
La responsabilidad civil es un
campo del derecho apasionante. En realidad todo se reduce a establecer lo que llamamos
un “nexo causal” e tal manera que sepamos quién fue el responsable (y en qué
medida) de que se produjera el daño. El caso es que esto que puede parecer muy
sencillo no siempre es fácil. Imaginemos un accidente de coche en el que hemos
alquilado un coche con el que hemos tenido un accidente: nos hemos chocado
contra otro coche. ¿Quién es el responsable? La pregunta es importante porque
el responsable es el que paga. ¿Es responsable el conductor? ¿El conductor de
delante por frenar bruscamente? ¿O la casa de alquiler de coches porque nos ha
dado un coche con las ruedas en mal estado que no ha frenado bien porque estaba
lloviendo? No es tan sencillo definir qué es lo que realmente ha causado el
accidente y/o en qué medida ha influido.
Pensemos ahora en los coches
conectados sin conductor. El conductor va dentro y ha pagado el coche pero ¿de
quién es la culpa si hay un accidente? No
hay nada para que se hable de un tema como que haya pasta de por medio y aquí
las aseguradoras se juegan mucha pasta.
Lo que viene a plantear el artículo
es que un coche programado para
conducirse sólo tendrá que tomar decisiones. ¿Quién se hace responsable de esas
decisiones? El título de artículo al que me refiero ejemplifica claramente
de qué estamos hablando “¿Debería tu
coche autónomo matarte si así salva la vida de más personas?”
Vamos a poner las cartas sobre la
mesa: esto se trata de los algoritmos
definirás las decisiones (y las consecuencias) ante eventos que antes eran
aleatorios o que se decidían de manera instintiva. Vamos que es muy
probable que en el futuro tengamos que cambiar la expresión “he tenido un
accidente” por “el algoritmo de conflictos de mi coche se activó”.
¿Quién decide cómo configurar el algoritmo de toma de decisiones? ¿El
legislador? ¿El fabricante del coche? ¿El conductor? Y esa configuración
¿qué límites tiene? ¿Quién define qué margen de configuración tiene un
conductor? Debemos reconocer que existen infinidad de variables. No las voy a
enunciar porque están en el artículo pero si debemos tener claro que tenemos
ante nosotros infinidad de retos:
- Los Gobiernos: es muy posible que algunas leyes requieran adaptarse a un mundo basado en datos pero hay muchos principios básicos que ya existen, lo que es necesario es dotar a los organismos de control con personal y medios para auditar algoritmos.
- Las empresas: los programas de desarrollo de nuevos productos deben valorar el impacto en compliance de los algoritmos que se desarrollan y, por tanto, establecer los controles internos adecuados
- Los ciudadanos: no sólo está en su mano configurar un dispositivo si no elegir si comprarlo/usarlo o no y, sobretodo, ser exigente con las empresas que los ponen en el mercado.
La realidad es que en el futuro
no quedará más remedio que trabajar en grupos multidisciplinares en los que,
además, todos sepamos un poquito de algoritmos. De hecho, y ya termino, tengo
una cosa clarísima: el futuro es de
quién controle los algoritmos. Los programas de educación deben fortalecer la
enseñanza de las matemáticas y la filosofía si queremos que el futuro esté en
manos de personas realmente preparadas para ello.